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Vivimos más duelos de los que imaginamos, algunos más largos, otros más profundos. Tras la partida de Pablo y mi mamá, comencé a navegar en un mar desconocido, lleno de noches sin dormir, ansiedad y depresión, sintiendo que el dolor era insoportable y que no sabía cómo seguir adelante.

No encontré un manual para sobrellevar el duelo, porque no existe una fórmula. Nadie te prepara para esto, y nadie puede evitarlo. Pero comencé a entender que el duelo es como el mar, impredecible y sin instrucciones, con olas que a veces te arrastran y otras veces te traen calma.

Con el tiempo, he aprendido que, aunque algunas olas son fuertes, también existen momentos de paz que te permiten disfrutar del presente y recordar con gratitud. Estoy segura de que, paso a paso, encontraré la orilla, y podré resignificar y agradecer más.

Hoy, estoy lista para compartir mi viaje, no con consejos o instrucciones, sino como un espacio de alivio y esperanza, un abrazo al corazón desde mi alma, a mar abierto.