Quizá algún día no sea igual.
Me gusta visualizar las “fechas importantes” como esas olas gigantes que están por romper justo enfrente de ti.
Esas que no puedes impedir. Las que no se esquivan, que solo las ves venir y, como puedes, intentas protegerte para que no te arrastren tan fuerte.
Mi cabeza funciona mejor si lo visualizo así. Porque cuando “esa fecha” está próxima a llegar, vuelvo a sentir la misma sensación.
Esa ola de emociones aparece frente a mí y parecen imposibles de manejar. ¿Cómo me tengo que sentir? ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Qué digo?
Llevo días intentando descubrir cómo manejar el corazón cuando la marea sube. Y varios, varios días tratando de entender ¿por qué hay días que se siguen sintiendo como el primero? ¿Por qué se siente igual? ¿Por qué sigue doliendo? ¿Por qué sigue doliendo tanto?
Como si fuera un tipo de “pecado” que doliera recordar.
Como si estuviera prohibido aceptar que mi vida no fue igual después de ese día que supe que no ibas a volver.
Pero si algo confío, es que un día dejará de doler igual. Confío en que dejará de sentirse como la primera vez. Que va a doler menos… que siempre vamos sanando de a poquitos.
Quizá no sea este año, ni el siguiente. Quizá me queden lágrimas, días incómodos y momentos de querer estar sola. O quizá este sea el último, y mañana quiera vivir las “fechas importantes” de otra manera.
Pero mientras eso pasa, me dejo sentir. Acepto que te fuiste, una vez más, con dolor. Porque sigue doliendo tu ausencia, porque quizá siempre duela.
_____________________
Yo, aquí estoy, sintiéndolo. Mientras me acostumbro a estar sin vos cada 11 de julio.